lunes, 19 de enero de 2009

Sobre el poder del lenguaje como regulador de la conducta

En el libro de RateyEl cerebro: manual de instrucciones” el capítulo que habla sobre el lenguaje empieza así:

Sally era una chica vivaz de ocho años que estaba alegre casi siempre. No obstante, se ponía a chillarle a su hermano Joey, de tres años, en cuanto este se entrometía en sus actividades, estuviera ella sola o jugando con una amiga. No paraba de gritar, dejaba como un trapo a su desconsiderado hermanito y a continuación criticaba a su madre por no haber conseguido que Joey tuviese la disciplina necesaria. Sally acababa llorando llena de rabia.
Incluso tras meses de muchos “tiempos muertos”, breves y largos, impuestos por su madre, esa conducta persistía, por lo que puso en práctica una técnica maravillosa para ayudar a Sally a valerse del lenguaje para controlarse: aún a sabiendas de que Sally no podía expresar con palabras en qué consistía su propia conducta, tras el siguiente berrinche la mandó a su habitación para que hiciese por escrito una descripción completa del incidente, centrándose en cómo empezó, en cuáles eran sus sentimientos y lo indigno que era todo ello. Tenía que apuntar todos los detalles lo mejor que pudiese, y luego comentarían el escrito entre las dos. Fue una maravilla lo bien que funcionó. Con el tiempo, Sally hasta empezó a escribir acerca de lo que quizás sintiese Joey; eso era lo que buscaba su madre.
Gracias al ejercicio de redacción Sally pudo emplear las palabras para gobernar su comportamiento; ...

Padres los que tenéis hijos, aplicaos el cuento.

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